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Martha Jiménez: “Camagüey es para mí inspiración y oxígeno”

Martha Jiménez es una observadora aguda, quizás por eso su obra posee tan alta dosis de realismo, en su caso atenazado por un particular entretejido poético.

Su manera de trabajar pudiera dividirse en dos grandes momentos: uno conceptual y otro costumbrista. Según reveló a OnCuba, hubo un período de su vida en que no tenía espacio para crear porque “mi rol de madre me acaparaba todo el tiempo”. Justo en ese momento comienzan a aparecer personajes fabulados a partir de su entorno inmediato.

Otra singularidad del quehacer de esta creadora es que indaga en aspectos sicológicos de cada uno de los personajes que representa, al tiempo que –de manera consciente– plasma rasgos contradictorios y atrapa hechos y reacciones cotidianos. También le interesa captar gestos de la idiosincrasia del cubano que deja explícitos para que “el espectador se vea reflejado en la obra, y se sienta parte de ella”. El tema femenino es una constante en su trabajo. Asegura no alinearse a ninguna corriente feminista, pero sí le interesa “encarnar a la mujer dentro de su mundo como ente decisivo a nivel social, portadora de sólidos valores”. Las cubanas, dice, “hemos alcanzado conquistas… y aún falta: tenemos que valorarnos en nuestra justa dimensión, soñar, imponernos metas y, sobre todo, cumplirlas”. Sus mujeres voluptuosas, de caderas descomunales y carnosos labios –sin influencia alguna del colombiano Fernando Botero– nos reafirman que, por una parte, ellas son el horcón de la familia cubana, además de expresar lo mucho que le debemos a África. También las hay esbeltas, de comisuras finas y narices aguileñas, que remiten a esa parte del Caribe de marcada influencia francesa.

Aunque ha incursionado en diferentes especialidades dentro de las artes plásticas, Martha privilegia la cerámica, manifestación que, en algunos momentos, ha sido calificada lamentablemente, como “la cenicienta de las artes visuales”. Hay dos personas –dice– a las que hay que agradecerle la reivindicación de la cerámica: “Amelia Peláez hizo una obra impresionante en cerámica esmaltada, y Alejandro G. Alonso, director del Museo Nacional de la Cerámica Artística Contemporánea Cubana, desarrolla un trabajo tan sistemático como encomiable”. Igualmente, recalca, con su quehacer y resultados el maestro Alfredo Sosabravo ha “enaltecido la cerámica cubana”, aportándole características y rasgos distintivos.

Martha no nació en Camagüey, donde ha desarrollado su obra y ha construido su familia. Mas, parece que estaba predestinada a ese sitio pues, históricamente, en Puerto Príncipe –tercera villa fundada en Cuba por los españoles el 2 de febrero de 1514– ha existido una profunda tradición alfarera que va desde la realización de las tejas de barro –para guarecer grandes palacetes, iglesias y los más humildes hogares– hasta el emblemático tinajón, símbolo de la ciudad. “Me gusta imaginar que Camagüey es un inmenso horno”. Y esa pasión por “la quema”, imprescindible para el ceramista, encierra muchos secretos: “abrir la puerta del horno siempre es un acto mágico porque te enfrentas a sorpresas que pueden llenarte de alegría o decepcionarte. Dentro del horno ocurren procesos químicos y hasta accidentes que traen como resultado una mejor pieza –me ha sucedido–, pero también he visto con irremediable dolor la fragmentación de otras”.

Para ella el modelar, el crear formas con sus manos –que pueden ser llevadas a la terracota o a otro soporte, como el bronce– constituye uno de sus mayores disfrutes. La tridimensionalidad la atrapa y adquiere un peso en su obra pictórica: “cuando modelo –me refiero al barro– no hago dibujos, no hago bocetos sino que voy directo a la creación, y es como mejor funciono. Igualmente me encanta el grabado por el alto nivel de experimentación que presupone y por la posibilidad de trabajar con las texturas”.

Pincel con alma de beso es el proyecto comunitario –dedicado a niños y jóvenes– que le ha permitido “completarse”, porque para esta creadora la pedagogía ha sido un voto que emprendió hace más de treinta años y que no ha abandonado, a pesar de que reconoce que “enseñar roba mucho tiempo”. Para ella es medular “la formación de las nuevas generaciones. No me refiero solamente a que aprendan a pintar sino al hecho de que las artes plásticas ayudan al ser humano a perfilar su conducta y contribuyen a su desarrollo síquico-mental. Es imprescindible tener conciencia de lo importante que es el arte y, desde niños, impartirles conocimientos para que en la vida adulta sean mujeres y hombres con espiritualidad y valores”.

Hace unos cuatro años Martha participó en el V Simposio Internacional de Escultura celebrado en Turquía y obtuvo el único premio que otorga el evento con una obra titulada “La Gineta” (1, 90 metros de altura), y en Estambul dejó emplazada la pieza “La cuarta parte del cuerpo humano” (2, 90 metros de altura). Para la artista, “lo más relevante de esa experiencia fue la posibilidad de trabajar en grandes dimensiones”, algo que acometía por primera y única vez.

Camagüey posee la impronta de Martha Jiménez, gracias a varias piezas y conjuntos escultóricos enclavados allí. Entre los anhelos más añorados de la artista está realizar una pieza de más de 3 metros. Sería, dice, un regalo para Camagüey que es para mí “inspiración y oxígeno”.

La escultora, pintora, dibujante, grabadora y ceramista Martha Jiménez, se coloca entre los creadores que emergieron en la primera graduación de la Escuela de Instructores de Arte, en 1971. De entonces a la fecha ha desarrollado una intensa carrera reconocida en múltiples ocasiones. Obtuvo premio en la Segunda Bienal Internacional de Teapot Art Contemporáneo de Shanghái, en China, y en 1997 le fue concedido el Premio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC, y desde 1997 ostenta el Premio UNESCO al Mejor Conjunto de Obras; en el 2005 se le concede el Premio UNEAC, que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, por su Proyecto Escultórico Plaza del Carmen, emplazado en el emblemático sitio de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey.

Obras suyas se encuentran en colecciones privadas de Alemania, Argentina, Bélgica, Canadá, Colombia, Chile, China, España, Estados Unidos, Francia, Grecia, Italia, México, Perú, República Dominicana, Suecia, y también en instituciones como el Museo de Arte Colonial, el de la Cerámica Artística Contemporánea y en la Colección de Arte de Nuestra América, de Casa de las Américas en La Habana; en la Colección del Museo de la Alcaldía de Madison, en los Estados Unidos; el Museo de Artes en la Villa de Arte y Oficio, en París, y el Museo de Bellas Artes de Montreal, Canadá, entre otras.


Autor: Estrella Díaz
Fuente: On Cuba Magazine