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Martha Jiménez, el anhelo de mi madre

Del recuerdo le llega la imagen de su madre reclinada sobre la vieja máquina de coser, al fondo del largo pasillo que recorría la casona antigua. Del pedalear incesante, el ovillar los más coloridos hilos y ensartar agujas que en su ir y venir a contraluz conformaban los más relucientes vestuarios, nacieron primero en doble dimensión y luego encarnadas en la tridimensionalidad, obras de un intenso fuero poético.

Martha Jiménez nos regala - más allá de su obra monumental que puebla espacios públicos como la Plaza del Carmen en su Camagüey natal -, estas miniaturas de exquisita filigrana al barro cocido y laqueado, donde el culto a la costura como tradición inmaterial y expresión identitaria, nos revela desde 2008 una arista poco conocida de su creación plástica.

El anhelo de mi madre ha titulado esta serie inspirada en el sueño peregrino de su progenitora – incumplido por los azares del destino – y materializado en los viajes de ida y vuelta a distantes puntos del planeta que la hija-artista ha podido realizar.

Como una suerte de hilo de Ariadna, las imágenes se entretejen y deshilan en la imaginación de la autora: “No pensé que la máquina de coser, elemento tan cotidiano en el hogar cubano y especialmente camagüeyano, fuera un objeto tan trascendente dentro de la sociedad y la familia”.

Jiménez evoca con “cierta nostalgia la máquina de coser que la gente siente en desuso y que ahora cede en su protagonismo porque ya no es tanto de pedal sino eléctrica”. Sin embargo, para ella la “máquina tradicional renace como una escultura con una honda carga emocional y espiritual”.

Quiso también rendir homenaje a la mujer universal y a la camagüeyana especialmente, ovillando las historias que a través de puertas y ventanas inundaban la ciudad con las costureras como eje de la familia y sostén económico.

La alegoría a la máquina y sus artilugios trascenderá pronto en una suerte de ovillo gigante al entorno urbano… y en rodaderas volarán por callejuelas y plazas de Camagüey las alusiones a un mundo de tradiciones inmateriales y a un patrimonio donde las manualidades validan la belleza de todo aquello que el ser humano es capaz de hacer con sus propias manos.

Jiménez, quien vivió desde pequeña inmersa en ese universo del corte y la costura, revive entonces en cada pieza los olores maternos, mucho más ahora cuando la mujer de los anhelos – su madre - se ha ido para regresar siempre cual ángel alado.


Autor: Magda Resik Aguirre
Fuente: Revista Excelencias
Publicado en Revista Excelencias Turisticas, Cuba, Edición No. 15